sábado, 25 de agosto de 2018

Tertulia La Interpretación de la Música Colombiana en las Nuevas Generaciones




INTERPRETACIÓN DE LA MÚSICA COLOMBIANA

EN LAS NUEVAS GENERACIONES





Pretexto

“La música colombiana no necesita ser rescatada por las nuevas generaciones,
las nuevas generaciones necesitan ser rescatadas por la música colombiana”

En la actualidad, donde la moda es determinada por unas cuantas marcas y la “calidad” de los contenidos, entre ellos la música, es establecida por dos cadenas de comunicación, se hace necesario tomar acciones para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de elegir libremente a través de experiencias que faciliten el desarrollo del pensamiento crítico en todos los aspectos de su vida.

No se puede desconocer el efecto nocivo que algunas músicas, ampliamente difundidas, ha venido teniendo en las nuevas generaciones. Músicas cuyo discurso músico – verbal (las palabras en la música) además de ser pobre, empobrece el pensamiento, banaliza al individuo y normaliza una serie de actitudes y/o actuaciones que no hacen parte del contexto, ni siquiera del adecuado trasegar de una sociedad, músicas que son cada vez más comunes en todos los espacios a los que son expuestos nuestros niños y jóvenes, inclusive en la escuela.

Es común ver un “acto cultural” en una institución educativa, donde las expresiones artísticas están basadas en el baile del ritmo de moda, mientras se cantan a coro los textos más inadecuados para estar presentes en una institución cuya finalidad es la formación integral de los individuos. Son “actos culturales” donde prima la adoración por lo superficial, la exaltación de todo aquello que no requiera interpretación o argumentación alguna, son actos culturales que promueven la incultura. Esto sucede ante la vista dormida de algunos maestros que están cansados o que no ven en ello una situación problémica, y la pasiva indignación de otros que, por las razones que sea, tampoco actúan.

“Pero por lo menos participan” decía un docente cuando yo expresaba mi pasiva indignación. Seguramente la masiva difusión de tanta mediocridad también ha afectado a una generación de docentes culturalmente indolentes, desarraigados e indiferentes ante la evidente decadencia del juicio crítico.

La música que oimos dice mucho de quienes somos, no lo dice todo, pero permite vislumbrar la profundidad de los procesos de análisis que realizamos al respecto de lo que escuchamos y/o repetimos casi como un mantra. Sin duda es más fácil recordar la letra de la canción de moda en 2017 que ese artículo que causó tanto interés o ese capítulo del libro que invitó a reflexionar. Los modelos económicos actuales han convertido al ser humano en un eslabón más de la cadena de producción y consumo haciendo que este pierda habilidades básicas como comunicarse efectivamente, decidir sus preferencias, pensar críticamente, entre otras y gane unas menos deseables como la facilidad para ser manipulado y la visión que no va más allá de su propia nariz.

Es imposible luchar contra el sistema. Agremiaciones nacionales, famosos, unos cuantos políticos y cientos de padres de familia y maestros hemos elevado nuestras voces ante los medios, ante los dirigentes, ante las entidades de control, pero no ha surtido el efecto deseado. Es claro que esa no es la manera para garantizar que nuestros hijos tengan acceso a unos contenidos cuando menos adecuados y con una calidad mínimamente controlada. Las acciones deben ser otras, no podemos influir en las maquinarias mediáticas, solo nos queda influir en nuestros hijos.

Aquí es donde aparecen las músicas colombianas, como la tabla de salvación para una generación con la necesidad de acceder a contenidos adecuados, retadores que les permitan comprender los fenómenos sociales a través de las expresiones artísticas y de esta manera fortalecer sus experiencias, sus raíces y sobre todo sus criterios.

Como padre, en algún momento busqué que mi hijo no estuviera expuesto a este tipo de expresiones sonoras mediadas por fines puramente comerciales, lo cual resultó frustrante además de imposible; allí empecé a notar que lo necesario era fortalecer sus criterios más que tratar de tapar sus oidos. Desde entonces he buscado impactar positivamente a las nuevas generaciones, brindándoles herramientas que promuevan su capacidad de escuchar activamente, que desarrollen su pensamiento crítico y que les permitan comprender los hechos socialmente relevantes a través de las expresiones sonoras. Esto redundará en que tomen distancia de lo que no los nutre y se acerquen a expresiones más profundas.

Contexto

Las expresiones artísticas musicales trascienden el fenómeno acústico, sobre todo en la edad infantil y juvenil. Son territorios vivos de diversas visiones de la realidad que proveen emociones, ideas, estructuras, actitudes transformaciones y relaciones sociales, son un producto cultural y, al mismo tiempo, un espacio de interacción y construcción social de sentido a través de la experiencia vital y estética. (Samper A., 2010). Los jóvenes “plantean la música no sólo como una expresión artística o un medio de expresión de ideas, sino que ven en ella algo que es capaz de ser incorporado en la personalidad y hábitos de cada uno, a través del vestuario, de los lugares que frecuentan, etc.” (Domínguez, Muñoz, & Castro, 2006) y de esta manera se convierte en una alternativa de búsqueda de respuestas frente a las cuestiones propias de su mundo particular.

Concluyendo, la música tiene un alto grado de influencia en el desarrollo personal y social de los adolescentes, dado que estos son capaces de interpretar el mundo a través de la música que escuchan, la reconocen como reflejo de la realidad que además les permite expresarse.

Dicho esto, es claro que no estamos en posición de dejar al azar del destino o al deseo de unos cuantos las experiencias musicales vitales de nuestros niños y jóvenes. Como maestros, como padres de familia, como líderes de nuestra vida es necesario preocuparnos por facilitar los espacios de interacción con músicas adecuadas, músicas que apoyen los procesos formativos, músicas que ayuden a nuestros niños y jóvenes a desarrollar el sentido crítico y que provean una significación adecuada del contexto en que se desarrolla la propia vida. Nuestros niños no son narcotraficantes de una canción de trap, no son misóginos de una canción de reggaetón, no son alcohólicos de una canción de despecho, nuestros niños son niños y en nuestras manos está asegurarnos de que no desaparezcan de su radar las expresiones artísticas formativas y enriquecedoras. No le dejemos eso a la televisión, a la radio o a YouTube. Nuestros jóvenes no escuchan música mala por que sea la de su gusto, lo hacen porque es su única opción, es lo único que creen conocer, es lo que consideran que les brindará un territorio socio cultural (incultural) seguro. Recordemos… son jóvenes y están desarrollando su pensamiento crítico, pero para poder comparar es necesario tener un referente. Un sonido comprimido, con estructuras rítmicas sampleadas, llenas de sonidos electrónicos, con voces dominadas por el autotune no pueden ser el referente de calidad de una expresión artística sonora. Nuestro niños y jóvenes deben ir a conciertos, a presentaciones, donde hay gente real, tocando música real, basada en un contexto socio cultural real que realmente les aporte referencias, que les ayuden a comprender el mundo que los rodea desde su rol de infantes.

Desde casa podemos apoyarlos posibilitando la formación musical en una escuela con responsabilidad social, que promueva las prácticas musicales con contenidos adecuados, en el mejor de los casos, que explore la riqueza del folclore colombiano. También facilitándoles la asistencia a eventos con valor cultural y realizando un acompañamiento activo en estos espacios, generando análisis y discusión crítica (no criticona), tratando de comprender el mensaje de una canción, preocupándonos no solo por lo que ven o lo que leen, sino también por lo que escuchan y movilizando en ellos el sentido crítico que tanto escasea.

Desde el aula, como maestros, estamos en el deber de proveer a nuestros estudiantes lo que los medios masivos de comunicación no promueven. Deben conocer a nuestros compositores, a nuestros intérpretes, nuestros festivales, nuestras músicas. Un pasillo, un bambuco, una guabina, un aguabajo, un chandé, una carranga, no deben ser músicas extrañas. Debemos llevar, en la medida de nuestras posibilidades, el conocimiento de lo nuestro, porque nadie puede amar y cuidar lo que no conoce.

ALI VLADIMIR ROJAS GUZMÁN. Chiquinquirá, 25 de agosto de 2018.